“Año del Bicentenario del Perú: 200 años de Independencia”          

Hechos que generan más optimismo por la paz

Luego de la trepidante semana posterior al plebiscito, los colombianos vemos cómo el inicio de los diálogos con los guerrilleros del ELN en Quito, más los acercamientos de los líderes del No con el Gobierno Nacional, hacen que soplen vientos de optimismo, no solo para lo que resta del año, sino para construir entre todos una paz sólida y duradera.

Obviamente, el Premio Nobel de Paz otorgado al presidente Juan Manuel Santos, obliga al país político a construir un camino de paz que garantice el bienestar de casi 50 millones de colombianos y les ofrezca a los más jóvenes un país con mejores oportunidades de desarrollo.

El Nobel de Paz condena al Presidente de Colombia a continuar trabajando hasta el fin de sus días en resolución de conflictos, no solo en los que quedan en Colombia, que no son pocos, sino en el vecindario y en otros países que aún viven en constante disputa religiosa, territorial, política o étnica. La distinción pone a Colombia en el meridiano global y lo obliga a que resuelva la situación de conflicto interno entre el Estado -respaldado por las inmensa mayorías- versus las Farc y el ELN. Nuestro país es el único del vecindario, y de todo el continente americano, que cuenta con una muy amplia experiencia en la consumación de acuerdos de paz, y de la misma manera somos un país pobre, desigual y permeado por el narcotráfico, flagelo que tiene la capacidad de financiar a grupos de delincuentes que al final siempre quieren hacerse pasar por políticos que reivindican algún derecho social. Colombia debe ponerle fin a los últimos reductos de paramilitares y a las guerrillas de las Farc y el ELN, pero al mismo tiempo está obligado a construir un sistema de seguridad que impida volver a caer en el mismo problema.

Tenemos un gran problema histórico y es que los grupos delincuenciales se forman con una facilidad increíble en cualquier rincón del país, o en alguno de los cinturones de miseria de las ciudades capitales, porque no hay presencia del Estado, ni un respaldo total a las fuerzas militares para que combatan el crimen organizado, llámense bandas criminales, delincuentes ordinarios, guerrilleros o narcotraficantes.

El objetivo debe superar al de desaparecer de una vez por todas a los actos por fuera de la ley de los guerrilleros, para poder llegar al punto superior de impedir que se formen nuevas bandas, grupos organizados y carteles que siempre han mantenido al Estado contra la pared. Nuestro actual Gobierno, premiado y distinguido por su construcción de paz, debe superar la fase de intentar diálogos, a una etapa más importante que es evitar la conformación de bandas y grupos al margen de la ley. Hay hechos elocuentes de que todo está cambiando y que el país está cerca de ser el último con guerrillas de todas la variedades, por lo que debe empezar a trabajar en evitar la conformación de colectivos del crimen.

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Reynaldo Nuñez

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